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FE

FE—[Del hebr. heemim; del gr. pisteuõ; del lat. fidem] “Es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Es la confianza que ponemos en todas las providencias de Dios. Es la creencia de que El está gobernándolo todo, y que es capaz de mantener las leyes que estableció. Es la convicción de que su Palabra es la verdad. En fin, es la tranquilidad que tenemos en el plan de salvación por Dios establecido, y ejecutado por su Hijo en el Calvario.

De Andrade, C. C. (2002). En Diccionario Teológico: Con un Suplemento Biográfico de los Grandes Teólogos y Pensadores (p. 160). Patmos.

Diccionario de Teología

FE.

Sustantivo correspondiente al verbo «creer» y que en el hebreo corresponde a heʾĕmîn, forma verbal de ʾāman, y en el idioma griego (LXX y NT) a la palabra pisteuō. La última es una palabra clave en el NT, siendo el término regularmente usado para referirse a la múltiple relación a la que el evangelio llama al hombre, es decir, fe en Dios a través de Cristo. La complejidad de esta idea se refleja en la variedad de construcciones que se emplean con este verbo (seguido de que, de acusativo o infinitivo, para expresar la verdad creída; en y epi con el dativo señalando a la confianza a la que se da crédito; eis y, ocasionalmente, epi con el acusativo—la característica más común y original en el uso del NT, apenas presente en la LXX y desconocida en el griego clásico—lleva la idea de un movimiento de fe y de un descanso en el objeto de su confianza). El sustantivo hebreo corresponde a ʾāman (ʾĕmûnāh, traducida por pistis en la LXX), y significa regularmente seguridad en el sentido de integridad, y pistis ocasionalmente lleva este sentido en el NT (Ro. 3:3, de Dios; Mt. 23:23; Gá. 5:22; Tit. 2:10, del hombre). La palabra ʾĕmûnāh normalmente se refiere a la fidelidad de Dios, y únicamente en Hab. 2:4 se usa para significar la respuesta religiosa del hombre a Dios. Allí, sin embargo, el contraste entre la índole de la justicia y el orgullo autosuficiente de los caldeos parece requerir un sentido más amplio de la «fe» sola: un sentido de autorenuncia, dependencia confiada en Dios, la actitud del corazón en que la confianza en la vida es la expresión natural. Éste es evidentemente el sentido en que los escritores apostólicos citan el texto (Ro. 1:17; Gá. 3:11; Heb. 10:38), y el sentido que tanto pistis como pisteuō tienen en el NT, donde las dos palabras se usan prácticamente como términos técnicos (Juan prefiere el verbo, Pablo el sustantivo) para expresar el pensamiento complejo de una exclusiva dependencia en la mediación del Hijo como única seguridad de la misericordia del Padre. Ambas tienen un gran significado, ya sea que su objeto gramatical sea Dios, Cristo, el evangelio, una verdad, una promesa, o si no está expresado del todo. Ambas llevan la idea de un compromiso que sigue a la convicción, incluso en contextos donde la fe se define en términos de convicción (p. ej., cf. Heb. 11:1 con el resto del capítulo). La naturaleza de la fe, según el NT, es vivir por la verdad que se recibe; la fe que descansa en las promesas de Dios, agradece por la gracia de Dios que obra para su gloria.

Packer, J. I. (2006). FE. En E. F. Harrison, G. W. Bromiley, & C. F. H. Henry (Eds.), Diccionario de Teología (p. 261). Libros Desafío.

Diccionario Hispano-Americano de la misión

FE.

1. En la historia del pensamiento cristiano han habido dos tendencias en cuanto al concepto de f. (1) Se la considera como creencia o asentimiento intelectual (del lat. assensus) a alguna verdad, ya sea sobre la naturaleza de Dios (verdad sobrenatural) o acerca del pasado (verdad historica). Esta «fe,» que es pasada de maestros a discípulos, es más de carácter intelectual, y se la considera el primer paso para la obtención de la salvación. A este paso deberán seguir otros de esperanza (virtudes) y acción (caridad), a fin de completar la salvación. Así, pues, la aceptación del dogma cristiano como verdad y las buenas obras son esenciales para ser salvo. Este es el concepto que prevalece en la ICR. (2) Actitud de confianza, convicción y entrega a un ser divino o a una enseñanza religiosa. Tiene que ver con la orientación de la persona total, que puede involucrar también las creencias de una religión, pero que básicamente se expresa como confianza (del lat. fiducia) o lealtad. Este concepto más voluntarista de la f ve a todas las acciones y pensamientos del ser humano como meras expresiones de su orientación básica y, en consecuencia, considera a la f sola como el factor decisivo para una adecuada relación con Dios. Este concepto prevalece en el protestantismo. Los desacuerdos básicos entre protestantes y católicos romanos tienen que ver fundamentalmente con estos dos conceptos diversos de la f.

 

2. El NT describe cuatro tipos de f. Los cuatro tipos son de la misma sustancia (He. 11:1). Pero la operación de cada tipo es diferente. Por un lado, está la f que es necesaria para la salvación: confianza (Ef. 2:8). Por otro lado, está la f que es parte del fruto del Espíritu: fidelidad (Gá. 5:22). Además, está la f que es la doctrina que se profesa: creencia o credo (Jud. 3). Y, finalmente, está la f que es un don sobrenatural del Espíritu Santo: convicción (1 Co. 12:9).

 

3. Don del Espíritu Santo (1 Co. 12:9), que consiste en la facultad de confiar en Dios aun cuando todo parece estar en contra. El don de f es la capacidad sobrenatural dada por el Espíritu que habilita al creyente a «mover montañas.» Es la capacidad de aferrarse a Dios en oración rogando durante años por la conversión de un ser amado. Es la certidumbre de haber percibido la voluntad de Dios de tal manera que se actúa como si el hecho ya hubiese ocurrido. Según algunos estudiosos, este don debe ser agrupado entre los dones extra-mentales, porque opera aparte de la mente, aunque no más allá de ella. Es un don de que tiene que ver con el servicio activo y representa a la f que resulta en una determinada acción sobrenatural. Como tal, produce una erupción de convicción y confianza en el poder de Dios, que impulsa a operar en la esfera de lo sobrenatural con una seguridad firme. David Pytches define a este don como «una oleada de confianza sobrenatural dada por el Espíritu de Dios a una persona que enfrenta una situación o especial, y recibe una certeza que supera la lógica y una total seguridad de que Dios va a actuar a través de una palabra o una acción.» Según C. Peter Wagner, «es la habilidad especial que Dios da a ciertos miembros del cuerpo de Cristo para discernir con confianza extraordinaria la voluntad y propósitos de Dios para el futuro de la obra.»

Deiros, P. A. (2006). Prefacio a la Edición Electrónica. En Diccionario Hispano-Americano de la misión (Nueva edicion revisada). Logos Research Systems.

Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo

FE


A. Nombre

pistis (πίστις, 4102), primariamente, firme persuasión, convicción basada en lo oído (relacionado con peitho, persuadir). Se usa en el NT siempre de fe en Dios o en Cristo, o en cosas espirituales.

 

Esta palabra se usa de: (a) confianza (p.ej., Ro 3.25 [véase Nota (4) más adelante]; 1 Co 2.5; 15.14,17; 2 Co 1.24; Gl 3.23 [véase Nota (5) más adelante]; Fil 1.25; 2.17; 1 Ts 3.2; 2 Ts 1.3; 3.2; (b) fiabilidad (p.ej., Mt 23.23; Ro 3.3: «la fidelidad de Dios»; Gl 5.22: «fidelidad», RVR77; Tit 2.10: «fieles»); (c) por metonimia, aquello que es creído, el contenido de la fe, la fe (Hch 6.7; 14.22; Gl 1.23; 3.25 [contrastar 3.23, bajo (a)]; 6.10; Fil 1.27; 1 Ts 3.10; Jud 3.20, y quizás 2 Ts 3.2); (d) una base para la fe, una certeza (Hch 17.31); (e) una prenda de fidelidad, la fe empeñada (1 Ti 5.12).

 

Los principales elementos en la fe en su relación con el Dios invisible, en distinción a la fe en el hombre, quedan especialmente expuestos con la utilización de este nombre y de su verbo correspondiente, pisteuo (véase CREER, A, Nº 1); son: (1) una firme convicción, que produce un pleno reconocimiento de la revelación o verdad de Dios (p.ej., 2 Ts 2.11,12); (2) una rendición personal a Él (Jn 1.12); (3) una conducta inspirada por esta rendición (2 Co 5.7). Según el contexto, uno u otro de estos elementos se destaca más. Todo ello está en contraste con la creencia en su puro ejercicio natural, que consiste en una opinión mantenida de buena fe sin referencia necesaria a su prueba. El objeto de la fe de Abraham no era la promesa de Dios; ello fue la ocasión de su ejercicio. Su fe reposaba en el mismo Dios (Ro 4.17, 20,21). Véanse FIDELIDAD, FIEL.

 

Notas: (1) En Heb 10.23, elpis, esperanza, es mal traducida «fe» en la RV (RVR, RVR77: «esperanza»). (2) En Hch 6.8, los mss. más comúnmente aceptados tienen caris, gracia, en lugar de pistis, fe (que es el término que aparece en TR; véase traducción de Besson). (3) En Mt 17.20, RVR, se sigue la sustitución de oligopistia: «poca fe», siguiendo los mss. más comúnmente aceptados, en lugar de apistia (TR), «incredulidad» (RV). (4) En Ro 3.25, las diferentes revisiones de RV, así como Besson y NVI, conectan erróneamente la «fe» con «en su sangre», como si la fe reposara sobre la sangre (esto es, la muerte) de Cristo; el en es instrumental; la fe reposa en la persona viviente; LBA traduce correctamente «a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por medio de su sangre a través de la fe»; efectivamente: «por su sangre» tiene que ser relacionado con «propiciación». Cristo vino a ser una propiciación por medio de su sangre; esto es, su muerte cruenta en sacrificio de expiación por el pecado. (5) En Gl 3.23, aunque está el artículo antes de «fe» en el original, la fe se tiene que tomar aquí como bajo (a) más arriba, y como en el v. 22, y no como bajo (c), la fe; el artículo es simplemente el de una mención repetida. (6) Para la diferencia entre la enseñanza de Pablo y de Santiago sobre la fe y las obras. (Véase Notes on Galatians, por Hogg y Vine, pp. 117-119.)

 

Nota: El nombre oligopistia: «poca fe», se halla en Mt 17.20 en los mss. más comúnmente aceptados; en TR, apistia, véase más arriba, Notas, (3).

 


Vine, W. E. (1999). En Vine diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo (electronic ed.). Editorial Caribe.

Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia

FE

 

Aprobación que se da a alguna verdad, o confianza que una persona deposita en otra. Fe salvífica, por ejemplo, es la total confianza del hombre en Cristo. En la teología bíblica no hay palabra más importante. Es tema predilecto de los autores del Nuevo Testamento, especialmente Pablo y Juan, pero encuentra sus antecedentes también en el Antiguo Testamento. Las tres palabras (fe, fiel y creer) se hallan en el Antiguo Testamento aproximadamente setenta y cinco veces, y en el Nuevo Testamento más de seiscientas veces. En el Antiguo Testamento la palabra fe suele usarse con referencia a Dios: su fidelidad (Dt 7:9; Is 49:7), sobre todo en guardar el pacto. La fe de los hombres tiene el sentido de una llana y entera confianza en Dios, como lo demostró Job (16:19s; 19:25–27; cf. Sal 37:3ss). El ejemplo predilecto de la fe es → ABRAHAM (Gn 15:6). Salió de → UR sin saber adónde Dios lo llevaba (Heb 11:8); creyó que iba a tener un hijo pese a su avanzada edad (Gn 15:4–6); y cuando Dios le pidió sacrificar a ese hijo, no se opuso (Ro 4:16–18; Heb 11:17–19).

 

Los fieles del Antiguo Testamento, enumerados en Heb 11, anhelaban lo prometido, pero murieron sin conocerlo de cerca (vv. 13, 14, 39s). Esta esperanza y confianza se aclara y concreta en el Nuevo Testamento, cuando se declara que la única fe verdadera está siempre, aunque en distintas maneras, vinculada con Cristo (Hch 4:13s; 1 Co 3:11). El supuesto conflicto entre Santiago y Pablo con referencia a la fe versus las buenas obras es un concepto popular errado. Pablo no rechaza las buenas obras, ni Santiago la fe paulina. Ambos hablan de la fe de Abraham (Gl 3:6–12; Stg 2:21–24). Compárese Stg 2:14ss con Tit 1:16; 3:7s; 2 Co 9:8; Ef 2:8–10; etc. La fe encierra toda la vida nueva de los creyentes (Ro 3:27; 11:20; Col 1:23; Tit 2:2; 1 P 1:7). Significa también la virtud específica de mantener contacto con Cristo (1 Co 13:13; 2 Ti 1:13). Es la fe (acerca) de Cristo (Ro 3:22; Ef 3:12). Es la fe en Cristo (Gl 3:26; Col 1:4). Se usa con la preposición griega eis con sentido de compenetración (Jn 14:12; Ef 1:15). La fe se basa sobre Jesús (Lc 24:25; Hch 9:42) y se relaciona directamente con la persona de Cristo (Jn 14:3; 2 Ti 1:12). En los → SINÓPTICOS la fe se dirige generalmente hacia la persona de Jesucristo, allí presente en la carne, y particularmente se refiere a la fe para salud (Mt 9:22). Al pasar la Iglesia a la edad postapostólica, cada vez más la fe significa el cuerpo oficial de doctrina (Jud 3, 20). Entre estos extremos hallamos la enseñanza apostólica que puede apreciarse en los siguientes temas:

 

1. La fe se basa en el significado de un hecho histórico (Hch 17:3).


Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (1998). En Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia (electronic ed.). Editorial Caribe.

Nuevo diccionario de la Biblia

FE

 

Gracia mediante la cual Dios capacita al hombre para creer en él y confiar plenamente en sus promesas. La f. tiene su origen en Dios mismo, que la da (“Porque por gracia sois salvos por medio de la f.; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” [Ef. 2:8]). El Señor Jesús es el “autor y consumador de la fe” (He. 12:2). Aunque la palabra “creer” es la que más se utiliza hablando de la f., no se puede limitar el significado de ésta a la acepción más simple de ese término, porque “los demonios creen y tiemblan” (Stg. 2:19). Pablo reconoció que el rey Agripa creía a los profetas (Hch. 26:27). El hombre es capaz de creer en la veracidad de algunos hechos históricos, o en un conjunto de dogmas, o de doctrinas, o en una ideología, o en una religión. Esa capacidad del hombre para creer está incluida en lo que la Biblia llama “tener f.”, pero es sólo una parte de algo mucho más extenso y profundo, siempre vinculado con el evangelio. En el sentido bíblico ese acto intelectual va acompañado de otros que son volitivos y emotivos. Intelecto, voluntad y emociones se conjugan en el acto de f.
 

En el AT se utiliza la palabra f. sólo dos o tres veces (Nm. 35:30; Is. 57:11; Hab. 2:4). Probablemente en el caso de Habacuc es donde el concepto está más cercano al del NT, pues el profeta dice que ante la amenaza de desastres que realizarían los caldeos, el justo tenía que vivir por la f., creyendo en que Dios haría su obra de todos modos. Pero aunque el término no sea abundante, el concepto sí que lo es. Está presente en el uso de he’emin, palabra hebrea para creer. La religión de los hebreos fue siempre una religión de •esperanza, comenzando desde Abraham, quien “creyó en esperanza contra esperanza.… por lo cual su f. le fue contada por justicia” (Ro. 4:18, 22). La exhortación de Josafat al pueblo: “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados” (2 Cr. 20:20), bien que puede resumir la posición del AT. Repetidas veces se enfatiza la confianza en Dios como modelo de virtud y piedad. “Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria” (Sal. 20:7). “En su santo nombre hemos confiado” (Sal. 33:21). Los héroes del AT, nos dice el autor de Hebreos, confiaban en Dios, creían a Dios, daban por ciertas cosas que no veían. Aunque todos ellos murieron “sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (He. 11:1–40), el NT les reconoce que vivieron por f.
 

En el NT, sin embargo, el término f. es ampliamente utilizado. La palabra griega es pistis, que aparece doscientas treinta y nueve veces, veinticuatro de ellas en los evangelios sinópticos. El verbo “creer” (gr. pisteuo) se repite a través del todo el NT doscientas veintisiete veces. Es interesante notar que el Evangelio de Juan no usa la palabra f., pero, en cambio, emplea pisteuo (creer) ochenta y cinco veces (los sinópticos lo hacen sólo unas treinta y tres veces). Esto demuestra la importancia del tema en el nuevo pacto.


Lockward, A. (1999). En Nuevo diccionario de la Biblia (pp. 396-397). Editorial Unilit.

Nuevo diccionario bíblico ilustrado

FE

(gr.: pistis). Es una palabra relacionada con «creer»; desde luego, ambos conceptos no pueden ser separados. En el AT aparece dos veces la palabra «fe» en sentido propio (Dt. 32:20; Hab. 2:4). Las palabras en heb. son emun, emunah; pero aman se traduce frecuentemente como «creer». La primera vez que este verbo aparece en el AT es cuando se usa de Abraham: «Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia» (Gn. 15:6). En esto se apoya Pablo en Ro. 4, donde la fe del creyente le es contada por justicia, sacándose la conclusión de que si alguno cree en Aquel que resucitó a Jesús el Señor de entre los muertos, le será contado por justicia.


Esto puede recibir el nombre de fe salvadora. Es la confianza en Dios puesta en Su palabra; es creer en una persona, como Abraham creyó a Dios. «El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (Jn. 3:36). No hay virtud ni mérito en la fe misma; lo que hace es ligar al alma con el Dios infinito. La fe es ciertamente don de Dios (Ef. 2:8). La salvación es sobre el principio de la fe, en contraste con las obras bajo la ley (Ro. 10:9). Pero la fe se manifiesta por las buenas obras. Si alguien dice que tiene fe, es cosa razonable decirle: «muéstrame tu fe» por tus obras (Stg. 2:14–26). Si, por otra parte, la fe no da evidencia de sí misma, es descrita como «muerta», totalmente diferente de la fe verdadera y activa. Un mero asentimiento mental a lo que se afirma, como mero asunto factual, no es fe. Así, la fe engloba la creencia, pero llega más lejos que ella, dándose de una manera vital a su objeto. El hombre natural puede creer un cúmulo de verdades. «Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan» (Stg. 2:19). Pero el creer personalmente, con una involucración personal, esto es, la fe, da gozo y paz.


Hay también el poder y la acción de la fe en el camino del cristiano: «Por fe andamos, no por vista» (2 Co. 5:7). Vemos esta fe exhibida en las vidas de los santos del AT, cantada en He. 11. El Señor tenía que reprender con frecuencia a sus discípulos por su carencia de fe en su andar diario. El creyente debiera tener fe en el Dios viviente con respecto a todos los detalles de su vida diaria.


LA FE es en ocasiones mencionada en el sentido de «la verdad», lo que ha sido registrado, y lo que los cristianos han creído, para la salvación del alma. Por esto los cristianos deberían contender eficazmente para no perderla. Se trata de un depósito fundamental. Son muchos los falsos profetas que han salido al mundo, y que se han introducido encubiertamente para predicar herijías destructoras, negando la persona y la obra de Jesucristo (1 P. 2:1; Jud. 3, 4).


Ventura, S. V. (1985). En Nuevo diccionario biblico ilustrado (p. 381). Editorial CLIE.

Diccionario Teológico Beacon

FE.

 

Es el asentimiento voluntario del hombre a la revelación de Dios, y la confianza del hombre total o la entrega de sí mismo al control de tal verdad.


La palabra hebrea aman significa “estar firme, ser estable y digno de confianza”. Las ideas esenciales son fidelidad y veracidad. El concepto significa estar firme en tiempo de prueba por la confianza puesta en las recompensas de Dios. En este sentido Dios es el Ser fiel e inmutable, leal a sus promesas y pacto. A cambio, el hombre debe ser obediente, firme y mantener la confianza en las promesas de Dios.


La palabra fe en el NT es πιστις (pístis), la cual significa “creencia firme, persuasión o convicción basada en lo que se escucha”. En la mayoría de los casos, según las enseñanzas de Jesús y los apóstoles, “esperanza” y “confianza” se pueden usar como sinónimos de la palabra fe. El concepto novotestamentario de fe incluye lo siguiente: asentir intelectualmente a la verdad revelada, obedecer sus requisitos y poner la confianza en la Persona de la revelación.


Primero, pues, la fe involucra los elementos intelectuales de comprensión y la convicción de la verdad (Ro. 10:11). Pero, además, donde hay fe habrá la voluntad de actuar sobre esta verdad. Noé, “cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca” (He. 11:7). Santiago habla con claridad de la relación entre el creer y el hacer: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (2:17). La fe, en el sentido de asentimiento intelectual de la verdad, puede ser poseída por demonios. Pero no es la fe verdadera, porque ellos no obran de acuerdo con su conocimiento (véase Mt. 8:29).


Hay grados en el contenido de la fe. Si una persona conoce más de la verdad, cree más que otra persona. Un poco de fe bien cultivada podría ser semilla de gran fe. Bien podría ser que una persona camine en la luz y, a la vez posea menos conocimiento de las cosas espirituales que otra. No se debe menospreciar a tales personas: “Aceptad al que es débil en la fe, pero no para juzgar sus opiniones” (Ro. 14:1, BA). Esta persona posee fe. Tiene disposición de aceptar la verdad. Esta fe crecerá a medida que el conocimiento de Dios y la experiencia de comunión con él se desarrollen.


La madurez cristiana es un factor en la experiencia y comprensión de la verdad y, por lo tanto, también en los grados de fe. En este sentido, el grado de fe no es una condición de nuestra voluntad ni depende de ella. Los grados de fe se pueden notar en la diferencia que hay entre el cristiano maduro, quien no cae fácilmente ante la tentación de la incredulidad, y otra persona a quien le falta semejante madurez. Esto se ve en Abraham, quien “tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe dando gloria a Dios” (Ro. 4:20).


Los discípulos necesitaron tiempo para ser capaces de enfrentarse con un caso difícil de posesión demoníaca. Ellos habían echado fuera algunos demonios, pero más tarde no pudieron hacer lo mismo. Cuando le preguntaron a Jesús el porqué, contestó: “Por vuestra poca fe” (Mt. 17:20). El hombre cuando más ejercite su fe en su caminar con Cristo más creerá. A medida que madura en su experiencia con Dios, llegará el tiempo cuando, como Abraham, no dudará de las promesas de Dios.


Una fe fuerte hace posible que el creyente enfrente el futuro con calmada confianza que proviene de una seguridad absoluta. “Es, pues, la fe la certeza [confianza o seguridad] de lo que se espera, la convicción [evidencia, garantía] de lo que no se ve” (He. 11:1).


Fe, pues, es la creencia que el alma tiene en la sabiduría infinita, el poder y la bondad de Dios. Al ser vivificada por el Espíritu es capaz de creer, reclamar, y experimentar el cumplimiento de las promesas de Dios.


Chambers, L. (2009). FE. En R. S. Taylor, J. K. Grider, W. H. Taylor, & E. R. Conzález (Eds.), & E. Aparicio, J. Pacheco, & C. Sarmiento (Trads.), Diccionario Teológico Beacon (p. 298). Casa Nazarena de Publicaciones.

Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia

FE

Concepto fundamental en la relación del hombre para con Dios, y fuente y origen de la vida religiosa. Por la riqueza y complejidad que encierra la experiencia de la fe, hay una gran variedad de giros y formas que la expresan en las Sagradas Escrituras.

    1.      Vocabulario y uso.
    2.      Fe salvífica.
    3.      Fe y obras.

I. VOCABULARIO Y USO. Dos raíces dominan el vocabulario heb. de la fe, 539 amán, אמן, que evoca la firmeza y la seguridad; y 982 batah, בטה, la seguridad y la confianza. En el AT la palabra «fe», 530 emunah, אֱמוּנָה, lit. «firmeza», solo aparece dos veces en sentido propio, una en Dt. 32:20; y otra en Hab. 2:4: «El justo por su fe (emunah, אֱמוּנָה) vivirá». La raíz verbal amán, אמן, se traduce frecuentemente como «creer» (Gn. 15:6; Ex. 4:31; 14:31; 19:9; Dt. 1:32; 9:23; 2 Cro. 20:20; Sal. 78:22, 32; 106:24; Is. 53:1; 7:9; 28:16; Jon. 3:5). La primera vez que este verbo aparece es cuando se dice que Abraham «creyó a Yahvé, y le fue contado por justicia» (Gn. 15:6).

 

       Aparte de estos términos precisos, en el AT hallamos varios términos que expresan la actitud de «confiar» (batah, בטה, Sept. elpizein, ἐλπίζειν), «esperar» (jasah, חסה, Sept. pepoithenai, πεποιθέναι), «esperar en el Señor» (qawah, קוה, Sept. hypomenein, ὑπομένειν), «hacer su voluntad», «recordar su nombre» (Ex. 3:15), etc. Sin embargo, se menciona con mucha mayor frecuencia la incredulidad o falta de fe (cfr. Nm. 14:11; 20:12; Dt. 9:23; 2 R. 17:14; Sal. 27:13; Sal. 78:22, 32; 106:12–24; 119:66; Is. 7:9; 53:1). El acto de fe entraña confianza en la persona en que esta se deposita, lo cual tiene aún mayores implicaciones en la relación con Dios y con su Palabra (2 Cro. 20:20; Is. 7:9), ya que en tal caso Dios «será la seguridad de tus tiempos, un depósito de salvación, de sabiduría y de conocimiento» (Is. 33:6). En los textos donde se hace referencia a la fe como algo propio del hombre, la LXX presenta el vocablo pistis, πίστις, pero donde se refiere a Dios, viene la palabra alétheia, ἀλήθεια, p.ej. Sal. 33:4: «Recta es la palabra de Yahvé, y toda su obra ha sido hecha con verdad».


En el NT la palabra gr. utilizada con más frecuencia es 4102 pistis, πίστις, que prim. indica una firme persuasión, la convicción basada en lo que se ha escuchado. Esta palabra se relaciona con el vb. 3982 peítho, πείθω, «persuadir, convencer». En el gr. clásico pistis, πίστις significa primariamente «confianza», lat. fides, como la que alguien puede depositar en otra persona; puede indicar también, aunque más raramente, la «fidelidad» que uno promete guardar, o una prenda de ello, la palabra dada, como en 1 Ti. 5:12. Los romanos se sentían orgullosos de la fides populi romani y no concebían el Estado sin ella. En tanto que confianza, pistis se relaciona con la convicción, p.ej. tener fe en una cosa, pistin ekhein tinós, πίστιν ἔχειν τινός. En este sentido se emplea en la esfera religiosa como fe o confianza en los dioses (Plutarco, Mor. 756, B; Platón, Leyes, 976, C, D; Eurípides, Med. 413, 414). Este tipo de fe no se designa, como en el NT, con el vb. pisteúein, πιστεύειν, «creer», sino más bien con nomizein, νομίζειν (Jenófanes, Mem. I, 1, 1). Este elemento de «reconocimiento» es distinto del simple «saber» (eidenai, εἰδέναι), que se encuentra también en el NT, p.ej. 2 Cor. 5:7: «Andamos por fe [písteos, πίστεως], no por vista»; Heb. 11:27: «Por fe [pistei, πίστει] abandonó Egipto»; Heb. 11:1: «Es la fe [pistis, πίστις] la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven»; Ro. 4:18: «Abraham creyó [epísteusen, ἐπίστευσεν] contra toda esperanza»;” Jn. 20:29: «Bienaventurados los que no ven y creen [pisteúsantes, πιστεύσαντες]». Esta oposición entre «conocimiento» o «vista» no es esencial para la idea de la fe, tal como es presentada en Jn. 4:42; 11:45; 1 Tim. 4:3; Fil. 4. De hecho, la fe del NT se distingue de la pistis profana en que es una convicción referida a una base sólida o autoridad fiable (cf. 1 P. 3:15; 1:21).

 

      Pistis tiene el sentido de «confianza» en Ro. 3:25; 1 Cor. 2:5; 15:14, 17; 2 Cor. 1:24; Gal. 3:23; Fil. 1:25; 2:17; 1 Ts. 3:2; 2 Ts. 1:3; 3:2. Es el apóstol Pablo quien más enfatiza y desarrolla el concepto de la fe como confianza en Dios, el Dios digno de crédito, relacionando así la «la fidelidad [emunah, אֱמוּנָה] de Dios» (Ro. 3:3), con la fe, pistis, πίστις, del hombre (Ro. 3:22).

 

      Por metonimia, pistis denota además aquello que es creído, es decir, el contenido de la fe (Hch. 6:7; 14:22; Gal. 1:23; 3:25; 6:10; Fil. 1:27; 1 Ts. 3:10; Jud. 3:20), la > doctrina o enseñanza de la iglesia. Este uso del término «fe» aparece con bastante frecuencia en las cartas pastorales, esto es, en 1 y 2 de Timoteo y en Tito, lo cual presupone la existencia de un cuerpo formal de enseñanzas o doctrinas al cual la gente puede darle su asentimiento (1 Tim. 4:1; 5:8; 6:10; 2 Tim. 2:18; Tit. 1:13).


Tellería, J. M. (2013). FE. En A. Ropero Berzosa (Ed.), Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia (2a Edición, pp. 896-897). Editorial CLIE.

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